miércoles, 24 de julio de 2013

συνδετικό ρήμα



Silencio, penumbra. Una densa neblina desdibuja las siluetas de los autos estacionados. La ciudad está dormida. Recorro de memoria el camino, adivinando esquinas, siguiendo como un autómata el surco que marcó la rutina. De repente, a los lejos, tímidamente, asoma un sonido regular, acompasado. Tac, tac. Me doy cuenta que alguien más está despierto en la noche triste. Se oye un rumor de pasos de alguien que nunca termina de llegar (como diría Benedetti). Tac, tac, tac, tac. Se acerca. Levanto el cuello de la campera, apuro el paso, desconfiando, sopla fuerte el viento por la espalda, y trae consigo la noticia de que alguien me persigue. Tac, tac, tac, tac. Se acelera el sonido, crece la tensión. Tac, tac, tac, tac, tac. Cada vez más fuerte, más cerca, siento que me pisa los talones. Me doy vuelta, tratando de ocultar en un gesto adusto la cobardía que me invade. Miro fijo a esa amenaza de sobretodo, capucha y lentes oscuros. Pienso con melancolía en la guapeza que me fue negada, en el valor que no germinó en mi pecho. Me resigno a mi esencia, y me dispongo a salir corriendo. Es entonces cuando una deslumbrante blancura emerge de esa sombra anónima que disimula el rostro de quien tengo enfrente. Me doy cuenta que es una sonrisa que se clava en mi carne como un puñal de burla. La ira desplaza al miedo. El sujeto lo intuye. Se comienza a sacar la capucha. Una nube se interpone en el débil rayo de luz que rebota de la luna. El encapuchado ahora es sólo sombra, parado frente a mi. La nube pasa, la luz vuelve a filtrarse pesadamente entre la neblina y llega hasta el lugar donde estoy parado. Comienzo a ver con mayor nitidez. Pelo blanco, enrulado, escaso en ciertos sectores. Los lentes oscuros contrastan con esa sonrisa cada vez más blanca, más grande, y más jovial. Finalmente se saca los lentes y me grita: Te asustaste?? yo soy!! GUILLOTE!!!!
Me fundo en un abrazo, tanto tiempo sin verlo.